El 11 de mayo de 1904, a las 8,45 nacía en Figueras, Barcelona, España, uno de los grandes maestros de la pintura universal: Salvador Dalí.
De distintas maneras se lo ha tildado a este genio: desde loco a egocéntrico, de desequilibrado a libidinoso. Hasta André Breton anagramó su nombre "Avida Dollars", por su avidez de dinero. De ahí que Dalí repitiera una y otra vez: "La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco".
Ya a los seis años había dado muestras de su talento excepcional al pintar un paisaje del tamaño de una tarjeta postal. Se le permitió usar como estudio un viejo lavadero, donde, en días calurosos, se despojaba de sus ropas y se metía en un enorme piletón lleno de agua, en el que permanecía horas pintando. Así este lugar se transformó en el refugio donde podía satisfacer su profundo anhelo de soledad, en que daba rienda suelta a su fantasía jugando a ser genio. "Jugando a ser genio se llega a serlo", decía.
Ahora bien, algunos, al no entender su obra, dicen "no me gusta" y/o "no la entiendo", y es comprensible que así sea, pues tiene mucho que ver con su vida y para entenderla tiene uno que conocer hechos y anécdotas biográficas. Dalí era catalán y estaba orgulloso de ello. Estos orígenes nos ayudan a comprender todo un aspecto de su obra.
Se dice que el catalán sólo cree en la existencia de las cosas que se pueden ver, tocar, oír, sentir y comer. "Yo sé lo que como, pero no sé lo que hago", decía.
De allí ese delirio comestible que aparece constantemente en su obra y que él transforma lo incomible en comible hasta alcanzar el paroxismo con el canibalismo y ejemplos de ello hay, y muchos: "Panes antropomórficos"; "Pan francés mediano con dos huevos..."; Huevos al plato sin el plato"; "Retrato de Gala con dos chuletas de cordero..."; "Esfinge de azúcar"; "Canibalismo de los objetos"; "Relojes blandos"; etcétera.
Y sus paisajes de formas antropomorfas, ¿de dónde salían? Pues ni más ni menos que de su querida llanura del Ampurdán, considerada por él como el más bello paisaje del mundo. La costa catalana desde el cabo de Creus hasta el Estartit, con Cadaqués en el centro, esta llanura y sus escarpadas costas bañadas por la luz mediterránea le servirán como un continuo decorado para sus obras. La segmentación de las rocas fueron la fuente de inspiración de todas las excrecencias a las que Dalí era tan aficionado, como así también los objetos fosilizados encontrados en los huecos de las piedras, las osificaciones, los antropomorfismos y otros atavismos del crepúsculo que dominan su obra. También la bahía de Port Lligat, que quiere decir puerto atado con un nudo, será para él "uno de los lugares más áridos de la Tierra. Las mañanas son allí de una jovialidad salvaje y áspera, las tardes de una melancolía mórbida". Éste será el paisaje que más frecuentemente aparecerá en sus pinturas.
En sus cuadros suele aparecer un piano en la playa, ya sea como fuente de un manantial o con cipreses. "...Son cosas que yo mismo había visto y que me habían impresionado", había dicho Dalí.
Aún sin tener contacto con los surrealistas, comenzó a pintar las fotografías de "trompe l'oeil" (trampa del ojo) usando diabólicamente su maestría en todas las técnicas; de esta forma se convertía, adelantándose un cuarto de siglo, en el santo patrón de los hiperrealistas americanos. Sin embargo, utilizaba la precisión de la fotografía pintada a mano para transcribir imágenes oníricas. Esta representación sería una constante en sus obras, cuyos resultados pueden ser considerados como un prefacio de los cuadros surrealistas. Fue un maestro de la doble imagen; solía decir "quien ve un solo cuadro en mi obra, no ve ni entiende nada". En 1973, cuando ya había definido con más precisión su pintura, explicará: "Mi pintura es la fotografía en color y a mano de imágenes superfinas y extrapictóricas de la irracionalidad concreta". A partir de ese momento comenzaba la obra del único pintor totalmente surrealista.
Su extravagante personalidad, como el carácter violento de sus obras, llenas de alucinaciones sexuales y escatológicas atrajo a René Magritte y a su esposa, a Luis Buñuel, a Federico García Lorca, su entrañable amigo muerto durante la Guerra Civil española y a Paul Éluard, maestro espiritual del movimiento surrealista junto con André Breton y Louis Aragón.