23.9.06

Lecciones contra los vicios inútiles


El desempleo multiplica la delincuencia, y los salarios humillantes la estimulan. Nunca tuvo tanta actualidad el viejo proverbio que enseña: El vivo vive del bobo, y el bobo de su trabajo. En cambio, ya nadie dice, porque nadie lo creería aquello de trabaja y prosperarás.

El derecho laboral se está reduciendo al derecho de trabajar por lo que quieran pagarte y en las condiciones que quieran imponerte. El trabajo es el vicio más inútil. No hay en el mundo mercancía más barata que la mano de obra. Mientras caen los salarios y aumentan los horarios, el mundo laboral vomita gente. Tómelo o déjelo, que la cola es larga.

Eduardo Galeano

3.9.06

Las 10 idioteces más ilustres de la década

No hay nada más difícil en estos tiempos que encontrar a un señor dispuesto a admitir su ignorancia. Todo el mundo cree que es obligación el tener opinión formada sobre cada uno de los aspectos del universo. Por eso no es raro encontrar en cada pizzería muchachones que -entre porción y porción- cuestionan las teorías de Darwin con la misma autoridad con que podrían juzgar las últimas actuaciones de Mastrángelo.

Cualquiera opina sobre cualquier cosa. Todos son entendidos.

Y si alguien comienza su discurso con un humilde "Yo de esto no entiendo nada", no tardará en agregar un "pero" para luego despacharse con el muestrario completo de sus ideas sobre la inmortalidad del cangrejo.

Uno se pregunta entonces, ¿cómo se hace para abarcar tanto? ¿Cómo se consiguen opiniones tan surtidas?

Hay dos procedimientos. El primero consiste en dedicar treinta o cuarenta años a la tarea de adquirir sabiduría. Los resultados de este método son, hay que reconocerlo, inciertos.

El segundo procedimiento es repetir lo que uno escucha por ahí. De este modo cualquiera puede adueñarse de los pensamientos que más le gusten, sin tomarse el trabajo de pensar, que es lo que mata.

El mundo moderno -ya se sabe- pone a nuestra disposición una amplísima gama de opiniones sueltas. Están en los diarios. Se repiten por radio. Florecen en las charlas de café. Y uno puede elegir la que quiera y repetirla como propia. Aquí conviene detenerse un instante.

Es evidente que en el inmenso stock que mencionábamos hay de todo. Desde verdades irrefutables hasta estupideces monumentales. Pero a la hora de elegir, la gente se decide por los juicios más llamativos y detonantes. Y la verdad suele ser austera y sencillita.

Todo esto, la costumbre de repetir lo que se oye, el ansia de sorprender y la pereza mental, han cimentado el éxito y la consagración de un sinnúmero de disparates que andan de boca en boca, como si fueran la flor del pensamiento moderno. Estas pavadas son ya lugares comunes.

Pero sus propagandistas las recitan como si acabaran de inventarlas. El propósito de este trabajo es presentar una colección incompleta de idioteces prestigiosas e intentar una somera refutación de cada una de ellas.


1. Ay, todo es política.

Argumento que suelen usar los señores politizados cuando uno les confiesa que la política no le interesa. Sus sostenedores explican que todas las cosas se interaccionan y que hasta los hechos más baladíes tienen su connotación política.

Por ejemplo, comer un helado puede ser un hecho político si se piensa que quienes no tengan el dinero para comprarlo pueden sentirse víctimas de una injusticia. Este mismo razonamiento puede servir también para demostrar que todo es zoología o que todo es aritmética o que cualquier cosa es cualquier cosa y viceversa.

No hay que llevar la metáfora hasta sus últimas consecuencias. Hay cosas que son política y otras que no lo son. Por ejemplo, el tango "El taita del arrabal" no es política.

2. Ay, todo es psíquico.

Proposición que atribuye todos los males del cuerpo a los desórdenes mentales que padecemos. ¿Le duele a uno la cabeza?: son los nervios. ¿Le pica a uno la nuca?: es la ansiedad. ¿Vomita uno como un cerdo?: está somatizando.

Refutación: conozco centenares de personas de mente sana que sufren dolores en los lugares más destacados del cuerpo humano. No es necesario estar loco para apestarse.

3. Ay, en el fútbol ya no hay equipos chicos.

Refutación: vaya a ver un partido entre All Boys y Platense en la cancha de Argentinos Juniors y después me cuenta.

4. Ay, nadie es imprescindible.

Frase que le sueltan a uno cada vez que abandona una empresa, un trabajo o un cumpleaños. Parece significar que todas las personas son la misma cosa y que cualquiera puede ocupar los lugares vacantes.

Refutación: siempre hay algo para lo cual solamente sirve una determinada persona. Por ejemplo, para protagonizar el show de Frank Sinatra, es indispensable Frank Sinatra.

5. Ah, el público es exitista.

Cuando uno gana lo aplauden y cuando pierde lo silban. Y está muy bien. De lo contrario no existirían diferencias entre los genios y los troncos. Peor sería que siempre aplaudieran. O que siempre silbaran. O lo que es peor: que aplaudieran al que pierde y silbaran al que gana.

6. Si de noche lloras por el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas.

Frase que han consagrado los posters y que se pronuncia contra el llanto y la tristeza. Hace milenios, en Grecia, un pedante vio a Solón llorar amargamente por su hijo muerto.

-¿Por qué lloras -le dijo- si de nada te servirá?

-Por eso -contestó Solón- porque de nada me servirá.

Hay que aprender a llorar y a comprender que la vida no es una kermesse.

7. Gardel murió justo a tiempo.

Opinión que parece reducir las virtudes gardelianas a una muerte oportuna. La refutación corre por parte del propio Gardel en cualquiera de sus discos.

8. Hay que tomar las derrotas con filosofía.

Cuando uno oye esto, supone que después de perder al truco, es necesario leer a Spinoza o meditar la posibilidad del conocimiento. Sin embargo, lo que en realidad quiere decirse es que hay que consolarse ante el infortunio. Con lo cual viene a descubrirse que para algunas personas la filosofía es el consuelo. Yo pienso más bien lo contrario.

9. Sobre gustos no hay nada escrito.

Refrán lamentable que suelen utilizar los amantes del naranjín con cerveza y las camisas con lentejuelas. En realidad sobre gustos se ha escrito mucho. Y hasta hay escritores que no han abordado jamás otro tema. Es cuestión de leer, nada más.

10. Hay que ser amigo de los hijos.

Disparate que tiene su origen en un cierto verso del Martín Fierro, cuya negligente lectura puede sugerir que un amigo es más que un padre. En verdad cuesta trabajo imaginar a un señor que sale junto a su hijo a tocar timbres y patear tachos de basura. Creo que lo mejor es ejercer la alta dignidad de padre o de madre, con toda la jerarquía que esto presupone. Los amigos pueden fallar. Los padres no.

Hay más tonterías ilustres:

"Yo tengo mi propio código moral".
"El que va al hipódromo por primera vez, gana".
"Castillo con Tanturi cantaba bien".
"Los norteamericanos tiene un plato volador con los cadáveres de sus tripulantes".
"Los humoristas son gente triste".

Todas estas cosas se oyen mil veces por día. Es un buen momento para empezar a combatirlas. Para eso es necesario sacudir las telarañas de los sesos y pensar bien lo que uno dice. Y cuando se da el frecuente caso de no tener nada que decir, a callar. Que siempre es mejor visto un pajarón silencioso que un vivo macaneando.

Buen provecho.

Alejandro Dolina

2.9.06

Astor Piazzolla


La música de Astor Piazzolla es sin dudas una de las mayores expresiones artísticas que la Argentina ya dió al mundo. Incorporando al tango un poco de jazz y un poco de música clásica, Piazzolla alcanzó un resultado formidable y a la vez innovador, sofisticando ese ritmo porteño y revolucionando sus conceptos.

La leyenda data de 1954 y cuenta que fue Nadia Boulanger -discípula de Ravel- la responsable de todo: "Este es el Piazzolla que me interesa. No lo abandone nunca", exclamó en París la maestra de Astor al escucharlo tocar Triunfal. Y finalmente Piazzolla se fue volcando por el tango.
Hasta ahí su carrera oscilaba entre su participación en la orquesta de Aníbal Troilo -de la que se fue a los 23 años acusado de hereje- y de la Sinfonía Buenos Aires. Iba de su propia agrupación tanguística, la orquesta del 46, de acompañar al Tano Fiore y de su amor por Bartok y Bach. Los dos mundos por igual le depararon polémica a un joven combativo Astor que empezaba a mostrar el filo de su poderoso lenguaje musical.
En una Buenos Aires moldeada por poetas, donde los anuncios de los shows de tango poblaban la doble página central de los diarios, las orquestas tenían hinchada, el rock aún no había explotado y Charly apenas gateaba; la presencia de Astor generó de entrada resquemores, envidia y admiración entre la comunidad tanguera.
Pero es recién en 1955 cuando explota todo su aprendizaje: las fugas, los contrapuntos, los elementos aprenhendidos del universo clásico. Nutrido de un potencial que ya se plasma en los tangos, Astor forma el Octeto Buenos Aires. El seleccionado de músicos -en un experiencia similar a la jazzística norteamericana de Gerry Mulligan- escogidos por Astor termina por delinear arreglos atrevidos y timbres poco habituales para el tango: la guitarra eléctrica de Horacio Malvicino es toda una novedad.
Astor Pantaleón Piazzolla, nacido el 11 de marzo de 1921, con una infancia entre Mar del Plata y New York -más en la segunda ciudad que en la primera-, con la mística de su encuentro norteamericano con Carlos Gardel -participó en el film El día que me quieras-, con su ácido humor borgeano a flor de piel, obsesivamente estudioso, comenzó a revolucionar el tango. "Nos obligó a estudiar a todos de vuelta", sintetizó Osvaldo Pugliese.


Piazzolla: "¿Yo que toco, lambada?"

"Tóquese un tango, maestro", le gritaban. ¿Y yo que toco, lambada?". En los años 80 ya las cosas habían bajado de tenor: la discusión se limitaba al humor y en todo caso a la indiferencia. Pero no pasó lo mismo en los años '60: Piazzolla debió salir a defender a golpes de puño su música, avasallada por las fuertes críticas del ámbito del tango.
"Tuve que defenderme, pelear, discutir, pero también confieso que me divertí. Sin darse cuenta me ayudaron a forjar la fama de Astor Piazzolla", diría el músico años después. La controversia iba a propósito de si su música era tango o no, a tal punto que Astor tuvo que llamarla "música contemporánea de la ciudad de Buenos Aires". Lo más insólito es que mientras esta discusión acaparaba la atención, el tango perdía oyentes, bailarines y público a raudales y las orquestas debían achicarse o desaparecer.
Pero no era sólo eso: Astor provocaba a todos con su vestimenta informal, con su pose para tocar el bandoneón (actuaba de pie, frente a la tradición de ceñirse al fueye sentado, como Troilo). Sus declaraciones sonaban a reto. A comienzos de los años '60, Piazzolla aseguraba que Mariano Mores era una copia fiel de Francisco Canaro y cuando le preguntaban por la orquesta de Alfredo De Angelis, manifestaba: "¿No pueden estudiar y tocar algo mejor?".
Es que justamente Astor llegó adonde el tango no llegó. No sólo por su música: el público que captó el Quinteto estuvo integrado por universitarios, jóvenes y el sector intelectual, si bien estaba lejos de ser masivo. Ya tenía fama de duro y bravo, de peleador, estaba en pleno período creativo y se rodeó de los mejores músicos: Elvino Vardaro, Antonio Agri, Osvaldo Manzi, Kicho Díaz.
Excepto una solitaria vuelta al Octeto, la formación de la primera parte de los '60 fue, básicamente, el quinteto. De la mano de Adiós, Nonino, Decarísimo -dedicado a Julio De Caro, con quien había mutua admiración- y Muerte del ángel comenzó a elaborar un camino que tendría picos en su concierto de Philarmonic Hall de New York, su álbum con Jorge Luis Borges y Edmundo Rivero, el trabajo con Alfredo Alcón y Ernesto Sabato, el reigistro con el Polaco Goyeneche.
Sobre el filo de la década de los '60 protagonizó un dúo con Horacio Ferrer -prueba de ello son los temas Bicicleta blanca, Balada para mi muerte y Balada para un loco- más la cantante Amelita Baltar corporizando las canciones en placas y en vivo -incluso en el violento Primer Festival de la Canción de Buenos Aires-, pareja de Astor por aquellos años, a quien consideraba una gran voz.
Tiempo después daría otra prueba de su humor: "Como yo estaba en pleno metejón con Amelita Baltar no me daba cuenta de la voz que tenía. Dicen que el amor es ciego, y en este caso, también sordo".

Astor Piazzolla - ADIOS NONINO (Live)


"Tengo una ilusión: que mi obra se toque en el 2020 y en el 3000 también", decía el bandoneonista. A menos de dos décadas del 2020 su cita suena profética: la discusión sobre su música cambió radicalmente el eje. Hoy parece vetusta la cuestión sobre si su música es tango o no. La pregunta más frecuente quizá sea: ¿Cómo hacen las nuevas generaciones de tangueros para correrse de la gigante sombra de Piazzolla?

1.9.06

Aquel ritmillo

Ganador del Goya al mejor cortometraje en 1995, Aquel Ritmillo es uno de esos cortometrajes que siempre flotan en el subconsciente colectivo.
En realidad la historia que cuenta es bastante absurda, como en general todo lo tocado por la mano de los Fesser de toda la vida, pero tiene un encanto especial.
El protagonista es Luis Ciges, haciendo de Luis Ciges, pero con ritmillo. Está muy gracioso en el papel de trabajador de una compañía de electrodomésticos detective que se dirige a la casa de un moroso para cobrar una factura y se convierte en el cazador cazado.
El corto es casi un preludio de El Milagro de P. Tinto, que dirigiría 3 años después, con un maravilloso trabajo del gran Luis Ciges, ese detective con aires de Fred Astaire, que es una de las imágenes que se quedan grabadas en la retina. Junto a la música, claro y algunos otros actores de este corto repitiendo.
Supuso el debut en la dirección de Javier Fesser y se llevó unos cuantos premios internacionales, además del ya citado Goya.

Gran corto para pasar un rato divertido.